Últimamente leo los comentarios de las noticias que visito, aunque el hecho de que sean anónimos no me gusta. A través de una entrada en El Blog de Enrique Dans, llegué a el (mal) artículo de la ministra de cultura en El País, titulado "El adversario es otro".
Esta tarde el número de comentarios del artículo era de más de seiscientos, de los cuáles muchos no son anónimos y están bien escritos, no sólo gramatical y sintácticamente, sino aportando reflexiones interesantes.
De entre todos me llamó la atención el 443 de Edo con un enlace a una nueva publicación, la revista Orsai. Es recomendable ojear la revista, aunque lo más probable es que el lector quede enganchado en sus páginas digitales.
En el aviso legal y en la introducción por parte de los autores del proyecto se nota una ironía ácida frente a las reglas establecidas sobre los derechos de autor y esta es una revista donde, como ellos dicen, todos los que intervienen cobran, pero han creado una publicación apoyada en las nuevas tecnología.
Ya en la revista el artículo de Pedro Marial dice mucho sobre la nueva forma de hacer cultura. Para empezar el soporte es algo tan común como un correo electrónico, después a lo largo del texto describe como el cambio tecnológico también ha afectado a su forma de hacer cultura, a su forma de expresar y relacionarse.
Orsai muestra la cara editorial de la nueva cultura que también tiene su versión cinematográfica en An Island, con una forma muy imaginativa de distribución (ver el enlace) y en Jamendo, una red social para distribuir y ganar dinero con música libre, o sea, fuera del circuito industrial de las discográficas.
Son tres apuntes, como la parte del iceberg que se puede ver, de cómo la cultura no está en peligro, lo que peligra es una forma de industria basada en viejas formas de hacer. La señora ministra y todos los representantes de la industria cultural tradicional en su egocentrismo se olvidan de mucha gente. ¿Qué va a pasar con el librero de la esquina cuando los libros sean digitales?¿Y con las pocas tiendas de discos que quedan?¿Y con los videoclubs con las soluciones que ya están proponiendo las cinematrográficas americanas? Pues como antes ocurrió con otros negocios o se reciclan o moriran, lo mismo que más pronto que tarde le ocurrirá a la antigua industria cultural si no se adapta a las nuevas tecnologías.
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